No cabe duda de que la eliminación de la selección Sub 20 de Argentina en el Mundial duele en el alma, en el orgullo juvenil y en el espíritu futbolístico nacional. El anhelo de éxito se entremezcla con la frustración y la rabia por las oportunidades perdidas, por la pelota que no giró como debía, por el tiro que no tomó el rumbo deseado.
A pesar de ganar en méritos, Argentina no pudo reflejarlo en el marcador. Nigeria, aprovechando errores puntuales de la selección albiceleste, logró llevarse el partido, provocando una dolorosa sensación de retroceso. La victoria nigeriana pareció devolvernos al frustrante verano en el que los malos resultados se hicieron evidentes.
Bajo la dirección de Mascherano, Argentina demostró un notable crecimiento en el torneo, exhibiendo resiliencia, aplomo y un alto nivel de juego. Sin embargo, no fue suficiente para traducir las numerosas llegadas en goles. El conteo oficial de FIFA mostró una superioridad argentina en intentos de gol frente a Nigeria, pero la incisividad de los africanos prevaleció.
La defensa fue el punto débil de la selección argentina. A pesar de ser un problema recurrente en los últimos torneos, dos pelotazos largos fueron suficientes para decantar el partido a favor de Nigeria.
Tras el primer gol nigeriano, la desesperación se apoderó de los jóvenes argentinos. El segundo gol fue un golpe aún más duro, un grito que precipitó el llanto, la desilusión, pero también el reconocimiento de los hinchas locales que aplaudieron a los jóvenes promesas argentinas. La esperanza sigue viva para la próxima oportunidad en el torneo. La octava vez será la vencida.
Imagen | Twitter Selección Argentina